Marie Arana, en un ejercicio por comprender el origen de las heridas
aún abiertas de América Latina, entreteje con maestría las biografías de
tres latinoamericanos contemporáneos con mil años de vívida historia.
Sus vidas representan las tres fuerzas motrices que han moldeado, desde
hace siglos, el carácter de una región: la explotación, la violencia y
la religión.
Así pues, conocemos a Leonor Gonzáles, una minera
que vive en una pequeña comunidad situada a cinco mil metros de altitud
en la cordilleraandina del Perú y que, como sus antepasados desde
tiempos inmemoriales, trabaja escarbando las entrañas de la tierra para
extraer pepitas de oro. A su alrededor, el analfabetismo, la
desnutrición y las enfermedades reinan como hace quinientos años. Y
ahora, al igual que entonces, la supervivencia de su gente depende de un
vasto mercado mundial cuyas fluctuaciones se controlan en lugares
remotos.
A Carlos Buergos, un cubano que luchó en la guerra civil
de Angola y que ahora vive en una tranquila comunidad a las afueras de
Nueva Orleans. Carlos fue uno de los cientos de delincuentes que Cuba
expulsó a Estados Unidos en 1980. Su historia es un eco de la violencia
que ha atravesado Latinoamérica desde la época precolombina hasta la
actual lucha contra el narcotráfico.
Por último, a Xavier Albó,
un sacerdote jesuita de Barcelona que emigró a Bolivia. Xavier se
considera indio de cabeza y corazón y, por ello, es muy conocido en su
país de adopción. Y aunque su objetivo se encuentra en las antípodas del
proselitismo, es heredero de un pasado accidentado en el que los
sacerdotes marcharon junto a los conquistadores con la misión de
evangelizar el Nuevo Mundo. Desde entonces, la Iglesia católica ha
desempeñado un papel central en la vida política de América Latina.
El
resultado, en una perfecta combinación entre el ensayo histórico, el
reportaje y el análisis político, es el retrato vibrante de un
continente cuya identidad ha sido siempre compleja.