Sor Juana Inés de la Cruz escribió este texto en 1691 bajo el seudónimo de sor Filotea de la Cruz, como contestación a todas las recriminaciones que le hizo el obispo de Puebla, que advertía que ninguna mujer debería molestarse en aprender filosofía. En su defensa acérrima por los derechos de las mujeres al acceso del saber, Sor Juana señala a varias mujeres doctas, como Hipatia de Alejandría, y medita sobre el sufrimiento y sacrificio que su pasión por el conocimiento le ha provocado, proclamando en todo momento su ardiente pasión por las letras. Sor Juana, que usó el hábito para acercarse a la escritura, justifica también que la lógica, la retórica, la ciencia y la poesía son indispensables para una buena comprensión y acceso a las Santas Escrituras.
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